La serotonina —esa molécula que solemos llamar la hormona de la felicidad— es mucho más poderosa de lo que creemos. De ella dependen el estado de ánimo, la motivación, el sueño y gran parte del equilibrio del cuerpo.
Lo curioso es que el 90 % de la serotonina no se produce en el cerebro, sino en el intestino, y viaja hacia arriba a través del nervio vago (sí, está perrísimo el nombre 😄). Este nervio es el hilo invisible que conecta el cerebro con casi todos nuestros órganos; la prueba física de que mente y cuerpo nunca han estado separados.
Por eso muchos de nuestros pensamientos, emociones y estados de ánimo nacen en el estómago. Cuando dicen que es “el segundo cerebro”, tal vez no exageran… quizá sea el primero.
Ahí entendí que la felicidad depende de nuestros hábitos: lo que comemos y lo que pensamos. Se trata de botanear cosas reales, nutritivas, naturales y limpias —y no solo hablo de comida.
La palabra dieta originalmente significaba “arte de vivir en armonía con el cuerpo, la mente y el entorno”. No sé en qué momento la reducimos solo a lo que hay en el plato.
Les deseo días bonitos, pancita sana y pensamientos luminosos y ligeros. 🌿✨
¡Ánimo!